SAPIENS 1
Vamos a leer algunos capítulos de uno delos mejores libros que se han escrito sobre la especie humana. Aquí tenéis el capítulo 1:
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La
línea temporal de la historia
Años
antes del presente
13.500
millones. Aparecen la materia y la energía. Inicio de la
física. Aparecen
los átomos y las moléculas. Inicio de la
química
4.500
millones. Formación del planeta Tierra.
3.800
millones. Aparición de los organismos. Inicio de la
biología.
6
millones. Última abuela común de humanos y chimpancés.
2,5
millones. Evolución del género Homo
en África. Primeros
utensilios líticos.
2
millones. Los humanos se extienden desde África a Eurasia.
Evolución de las diferentes especies humanas.
500.000. Los neandertales aparecen por evolución en Europa y
Oriente próximo
300.000. Uso cotidiano del fuego.
200.000. Aparición de Homo
sapiens
por evolución en África
oriental.
70.000. La revolución cognitiva. Aparición de lenguaje ficticio.
Inicio de la historia. Los sapiens se extienden fuera de África.
45.000. Los sapiens colonizan Australia. Extinción de la
megafauna
australiana.
30.000. Extinción de los neandertales.
16.000. Los sapiens colonizan América. Extinción de la
megafauna
americana.
13.000. Extinción de Homo
floresiensis.
Homo
sapiens
es la
única
especia humana superviviente.
12.000. La revolución agrícola. Domesticación de
plantas y
animales.
Asentamientos permanentes.
5.000. Primeros reinos, escritura y dinero. Religiones
politeístas.
4.250. Primer imperio: el Imperio acadio de Sargón.
2.500. Invención de la acuñación: dinero universal. El Imperio
persa; un orden político universal «para beneficio de todos los
humanos». Budismo en la India: una verdad universal «para liberar del sufrimiento a todos los seres».
2.000. Imperio Han en la China. Imperio romano en el
Mediterráneo.
Cristianismo.
1.400. Islam.
500. La revolución científica. La humanidad
admite su ignorancia
y empieza a adquirir un poder sin precedentes. Los europeos
empiezan a conquistar América y los océanos. Todo el planeta se
convierte
en una única liza histórica. Auge del capitalismo.
200. La revolución industrial. Familia y comunidad
son
sustituidas
por Estado y mercado. Extinción masiva de plantas y
animales.
El
presente. Los humanos trascienden los límites del planeta
Tierra.
Las armas nucleares amenazan la supervivencia de la
humanidad. Los organismos son cada vez más modelados por el
diseño inteligente que por la selección natural.
El
futuro. ¿El diseño inteligente se convierte en el
principio
básico
de la vida? ¿Homo sapiens es sustituido por superhumanos?
Parte
1
La
revolución cognitiva
FIGURA 1.
Impresión de una mano efectuada hace unos 30.000 años, en la pared
de la cueva de Chauvet-Pont-d'Arc. en el sur de Francia. Tal vez
alguien intentó decir «¡Yo estuve aquí!».
1
Un
animal sin importancia
Hace unos
13.500 millones de años, materia, energía, tiempo y espacio
tuvieron su origen en lo que se conoce como el big bang. El relato de
estas características fundamentales de nuestro universo se llama
física.
Unos
300.000 años después de su aparición, materia y energía empezaron
a conglutinarse en estructuras complejas, llamadas átomos, que
después se combinaron en moléculas. El relato de los átomos, las
moléculas y sus interacciones se llama química.
Hace
unos 3.800 millones de años, en un planeta llamado Tierra,
determinadas moléculas se combinaron para formar estructuras
particularmente grandes e intrincadas llamadas organismos. El relato
de los organismos se llama biología.
Hace
unos 70.000 años, organismos pertenecientes a la especie Homo
sapiens empezaron a formar estructuras todavía más complejas
llamadas culturas. El desarrollo subsiguiente de estas culturas
humanas se llama historia.
Tres
revoluciones importantes conformaron el curso de la historia: la
revolución cognitiva marcó el inicio de la historia hace unos
70.000 años. La revolución agrícola la aceleró hace unos 12.000
años. La revolución científica, que se puso en marcha hace solo
500 años, bien pudiera poner fin a la historia e iniciar algo
completamente diferente. Este libro cuenta el relato de cómo estas
tres revoluciones afectaron a los humanos y a los organismos que los
acompañan.
Hubo
humanos mucho antes de que hubiera historia. Animales muy parecidos a
los humanos modernos aparecieron por primera vez hace unos 2,5
millones de años. Pero durante innumerables generaciones no
destacaron de entre la miríada de otros organismos con los que
compartían sus hábitats.
En una
excursión por África oriental hace dos millones de años, bien
pudiéramos haber encontrado un reparto familiar de personajes
humanos: madres ansiosas que acariciarían a sus bebés y grupos de
niños despreocupados que jugarían en el fango; adolescentes
temperamentales que se enfadarían ante los dictados de la sociedad,
y ancianos cansados que solo querrían que se les dejara en paz;
machos que se golpearían el pecho intentando impresionar a la
belleza local, y matriarcas sabias y viejas que ya lo habrían visto
todo. Estos humanos arcaicos amaban, jugaban, formaban amistades
íntimas y competían por el rango social y el poder... pero también
lo hacían los chimpancés, los papiones y los elefantes. No había
nada de especial en ellos. Nadie, y mucho menos los propios humanos,
tenían ningún atisbo de que sus descendientes caminarían un día
sobre la luna, dividirían el átomo, desentrañarían el código
genético y escribirían libros de historia. Lo más importante que
hay que saber acerca de los humanos prehistóricos es que eran
animales insignificantes que no ejercían más impacto sobre su
ambiente que los gorilas, las luciérnagas o las medusas.
Los
biólogos clasifican a los organismos en especies. Se dice que unos
animales pertenecen a la misma especie si tienden a aparearse entre
sí, dando origen a descendientes fértiles. Caballos y asnos tienen
un antepasado común reciente y comparten muchos rasgos físicos,
pero muestran muy poco interés sexual mutuo. Se aparean si se les
induce a hacerlo; sin embargo, sus descendientes, llamados mulas y
burdéganos, son estériles. Por ello, las mutaciones en el ADN de
asno nunca pasarán al caballo, o viceversa. En consecuencia, se
considera que los dos tipos de animales son dos especies distintas,
que se desplazan a lo largo de rutas evolutivas separadas. En cambio,
un bulldog y un spaniel pueden tener un aspecto muy diferente, pero
son miembros de la misma especie y comparten el mismo acervo de ADN.
Se aparearán fácilmente, y sus cachorros crecerán y se aparearán
con otros perros y engendrarán más cachorros.
Las
especies que evolucionaron a partir de un ancestro común se agrupan
bajo la denominación de «género». Leones, tigres, leopardos y
jaguares son especies diferentes dentro del género Panthera.
Los biólogos denominan a los organismos con un nombre latino en dos
partes, el género seguido de la especie. Los leones, por ejemplo, se
llaman Panthera leo,
la especie leo
del género Panthera.
Presumiblemente, todo el que lea este libro es un Homo
sapiens: la especie sapiens
(sabio) del género Homo
(hombre).
Los
géneros, a su vez, se agrupan en familias, como las de los gatos
(leones, guepardos, gatos domésticos), los perros (lobos, zorros,
chacales) y los elefantes (elefantes, mamuts, mastodontes). Todos los
miembros de una familia remontan su linaje hasta una matriarca o un
patriarca fundadores. Todos los gatos, por ejemplo, desde el minino
doméstico más pequeño hasta el león más feroz, comparten un
antepasado felino común que vivió hace unos 25 millones de años.
También
Homo sapiens
pertenece a una familia. Este hecho banal ha sido uno de los secretos
más bien guardados de la historia. Durante mucho tiempo, Homo
sapiens prefirió considerarse
separado de los animales, un huérfano carente de familia, sin
hermanos ni primos y, más importante todavía, sin padres. Pero esto
no es así. Nos guste o no, somos miembros de una familia grande y
particularmente ruidosa: la de los grandes simios. Nuestros parientes
vivos más próximos incluyen a los chimpancés, los gorilas y los
orangutanes. Los chimpancés son los más próximos. Hace exactamente
6 millones de años, una única hembra de simio tuvo dos hijas. Una
se convirtió en el ancestro de todos los chimpancés, la otra es
nuestra propia abuela.
ESQUELETOS
EN El ARMARIO
Homo
sapiens ha mantenido escondido
un secreto todavía más inquietante. No solo poseemos una abundancia
de primos incivilizados; hubo un tiempo en que tuvimos asimismo unos
cuantos hermanos y hermanas. Estamos acostumbrados a pensar en
nosotros como la única especie humana que hay, porque durante los
últimos 10.000 años nuestra especie ha sido, efectivamente, la
única especie humana de estos pagos. Pero el significado real de la
palabra humano es «un animal que pertenece al género Homo»,
y hubo otras muchas especies de este género además de Homo
sapiens. Por otra parte, como
veremos en el último capítulo del libro, quizá en el futuro no muy
distante tendremos que habérnoslas de nuevo con humanos no sapiens.
A fin de aclarar este punto, usaré a menudo el término «sapiens»
para denotar a los miembros de la especie Homo
sapiens, mientras que
reservaré el término «humano» para referirme a todos los miembros
actuales del género Homo.
Los
humanos evolucionaron por primera vez en África oriental hace unos
2,5 millones de años, a partir de un género anterior de simios
llamado Australopithecus,
que significa «simio austral». Hace unos dos millones de años,
algunos de estos hombres y mujeres arcaicos dejaron su tierra natal
para desplazarse a través de extensas áreas del norte de África,
Europa y Asia e instalarse en ellas. Puesto que la supervivencia en
los bosques nevados de Europa septentrional requería rasgos
diferentes que los necesarios para permanecer vivo en las vaporosas
junglas de Indonesia, las poblaciones humanas evolucionaron en
direcciones diferentes. El resultado fueron varias especies
distintas, a cada una de las cuales los científicos han asignado un
pomposo nombre en latín.
Los
humanos en Europa y Asia occidental evolucionaron en Homo
neanderthalensis («hombre del
valle del Neander»), a los que de manera popular se hace referencia
simplemente como «neandertales». Los neandertales, más corpulentos
y musculosos que nosotros, sapiens,
estaban bien adaptados al clima frío de la Eurasia occidental de la
época de las glaciaciones. Las regiones más orientales de Asia
estaban pobladas por Homo
erectus, «hombre erguido»,
que sobrevivió allí durante cerca de dos millones de años, lo que
hace de ella la especie humana más duradera de todas. Es improbable
que este récord sea batido incluso por nuestra propia especie. Es
dudoso que Homo sapiens
esté aquí todavía dentro de 1.000 años, de manera que dos
millones de años quedan realmente fuera de nuestras posibilidades.
En la
isla de Java, en Indonesia, vivió Homo
soloensis, «el hombre del
valle del Solo», que estaba adaptado a la vida en los trópicos. En
otra isla indonesia, la pequeña isla de Flores, los humanos arcaicos
experimentaron un proceso de nanismo. Los humanos llegaron por
primera vez a Flores cuando el nivel del mar era excepcionalmente
bajo y la isla era fácilmente accesible desde el continente. Cuando
el nivel del mar subió de nuevo, algunas personas quedaron atrapadas
en la isla, que era pobre en recursos. Las personas grandes, que
necesitan mucha comida, fueron las primeras en morir. Los individuos
más pequeños sobrevivieron mucho mejor. A lo largo de generaciones,
las gentes de Flores se convirtieron en enanos. Los individuos de
esta especie única, que los científicos conocen como Homo
floresiensis, alcanzaban una
altura máxima de solo un metro, y no pesaban más de 25 kilogramos.
No obstante, eran capaces de producir utensilios de piedra, e incluso
ocasionalmente consiguieron capturar a algunos de los elefantes de la
isla (aunque, para ser justos, los elefantes eran asimismo una
especie enana).
En 2010,
otro hermano perdido fue rescatado del olvido cuando unos científicos
que excavaban en la cueva Denisova, en Siberia, descubrieron un hueso
del dedo fósil. El análisis genético demostró que el dedo
pertenecía a una especie previamente desconocida, que fue bautizada
como Homo denisova.
Quién sabe cuántos otros parientes nuestros perdidos esperan a ser
descubiertos en otras cuevas, en otras islas y en otros climas.
Mientras
estos humanos evolucionaban en Europa y Asia, la evolución en África
oriental no se detuvo. La cuna de la humanidad continuó formando
numerosas especies nuevas, como Homo
rudolfensis, «hombre del lago
Rodolfo», Homo ergaster,
«hombre trabajador», y finalmente nuestra propia especie, a la que
de manera inmodesta bautizamos como Homo
sapiens, «hombre sabio».
Los
miembros de algunas de estas especies eran grandes y otros eran
enanos. Algunos eran cazadores temibles y otros apacibles
recolectores de plantas. Algunos vivieron solo en una única isla,
mientras que muchos vagaban por continentes enteros. Pero todos
pertenecían al género Homo.
Todos eran seres humanos (véase la figura 2).
Es una
falacia común considerar que estas especies se disponen en una línea
de descendencia directa: H.
ergaster engendró a H.
erectus, este a los
neandertales, y los neandertales evolucionaron y dieron origen a
nosotros. Este modelo lineal da la impresión equivocada de que en
cualquier momento dado solo un tipo de humano habitaba en la Tierra,
y que todas las especies anteriores eran simplemente modelos más
antiguos de nosotros. Lo cierto es que desde hace unos 2 millones de
años hasta hace aproximadamente 10.000 años, el mundo fue el hogar,
a la vez, de varias especies humanas. ¿Y por qué no? En la
actualidad hay muchas especies de zorros, osos y cerdos. La Tierra de
hace cien milenios fue hollada por al menos seis especies diferentes
de hombres. Es nuestra exclusividad actual, y no este pasado multiespecífico, lo que es peculiar. .. y quizá
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FIGURA
2. Nuestros hermanos, según reconstrucciones especulativas. De
izquierda a derecha: Homo
rudolfensis
(África oriental); Homo
erectus
(Asia oriental), y Homo
neanderthalensis
(Europa y Asia occidental). Todos son humanos.
incriminador. Como
veremos en breve, los sapiens tenemos buenas razones para reprimir el
recuerdo de nuestros hermanos.
EL COSTE DE
PENSAR
A pesar de
sus muchas diferencias, todas las especies humanas comparten varias
características distintivas. La más notable es que los humanos
tienen un cerebro extraordinariamente grande en comparación con el
de otros animales. Los mamíferos que pesan 60 kilogramos tienen en
promedio un cerebro de 200 centímetros cúbicos. Los primeros
hombres y mujeres de hace 2,5 millones de años, tenían un cerebro
de unos 600 centímetros cúbicos. Los sapiens modernos lucen un
cerebro que tiene en promedio 1.200-1.400 centímetros cúbicos. El
cerebro de los neandertales era aún mayor.
El hecho
de que la evolución seleccionara a favor de cerebros mayores nos
puede parecer, digamos, algo obvio. Estamos tan prendados de nuestra
elevada inteligencia que asumimos que cuando se trata de potencia
cerebral, más tiene que ser mejor. Pero si este fuera el caso, la
familia de los felinos también habría engendrado gatos que podrían
hacer cálculos. ¿Por qué es el género Homo
el único de todo el reino animal que ha aparecido con estas enormes
máquinas de pensar?
El hecho
es que un cerebro colosal es un desgaste colosal en el cuerpo. No es
fácil moverlo por ahí, en especial cuando está encerrado en un
cráneo enorme. Es incluso más difícil de aprovisionar. En Homo
sapiens, el cerebro supone el
2-3 por ciento del peso corporal total, pero consume el 25 por ciento
de la energía corporal cuando el cuerpo está en reposo. En
comparación, el cerebro de otros simios requiere solo el 8 por
ciento de la energía en los momentos de reposo. Los humanos arcaicos
pagaron por su gran cerebro de dos maneras. En primer lugar, pasaban
más tiempo en busca de comida. En segundo lugar, sus músculos se
atrofiaron. Al igual que un gobierno que reduce el presupuesto de
defensa para aumentar el de educación, los humanos desviaron energía
desde los bíceps a las neuronas. No es en absoluto una conclusión
inevitable que esto sea una buena estrategia para sobrevivir en la
sabana. Un chimpancé no puede ganar a Homo
sapiens en una discusión pero
el simio puede despedazar al hombre como si fuera una muñeca de
trapo.
Hoy en
día nuestro gran cerebro nos compensa magníficamente, porque
podemos producir automóviles y fusiles que nos permiten desplazarnos
mucho más deprisa que los chimpancés y dispararles desde una
distancia segura en lugar de pelear con ellos. Pero coches y armas
son un fenómeno reciente. Durante más de dos millones de años, las
redes neuronales humanas no cesaron de crecer, aunque dejando aparte
algunos cuchillos de pedernal y palos aguzados, los humanos tenían
muy poca cosa que mostrar. ¿Qué fue entonces lo que impulsó la
evolución del enorme cerebro humano durante estos dos millones de
años? Francamente no lo sabemos.
Otro
rasgo humano singular es que andamos erectos sobre dos piernas. Al
ponerse de pie es más fácil examinar la sabana en busca de presas o
de enemigos, y los brazos, que son innecesarios para la locomoción,
quedan libres para otros propósitos, como lanzar piedras o hacer
señales. Cuantas más cosas podían hacer con las manos, más éxito
tenían sus dueños, de modo que la presión evolutiva produjo una
concentración creciente de nervios y de músculos finamente
ajustados en las palmas y los dedos. Como resultado, los humanos
pueden realizar tareas muy intrincadas con las manos. En particular,
pueden producir y usar utensilios sofisticados. Los primeros indicios
de producción de utensilios datan de hace unos 2,5 millones de años,
y la fabricación y uso de útiles son los criterios por los que los
arqueólogos reconocen a los humanos antiguos.
Pero
andar erguido tiene su lado negativo. El esqueleto de nuestros
antepasados primates se desarrolló durante millones de años para
sostener a un animal que andaba a cuatro patas y tenía una cabeza
relativamente pequeña. Adaptarse a una posición erguida era todo un
reto, especialmente cuando el andamiaje tenía que soportar un cráneo
muy grande. La humanidad pagó por su visión descollante y por sus
manos industriosas con dolores de espalda y tortícolis.
Las
mujeres pagaron más. Una andadura erecta requería caderas más
estrechas, lo que redujo el canal del parto, y ello precisamente
cuando la cabeza de los bebés se estaba haciendo cada vez mayor. La
muerte en el parto se convirtió en un riesgo importante para las
hembras humanas. A las mujeres que parían antes, cuando el cerebro y
la cabeza del niño eran todavía relativamente pequeños y
flexibles, les fue mejor y vivieron para tener más hijos. Por
consiguiente, la selección natural favoreció los nacimientos más
tempranos. Y, en efecto, en comparación con otros animales, los
humanos nacen prematuramente, cuando muchos de sus sistemas vitales
están todavía subdesarrollados. Un potro puede trotar poco después
de nacer; un gatito se separa de la madre para ir a buscar comida por
su cuenta cuando tiene apenas unas pocas semanas de vida. Los bebés
humanos son desvalidos y dependientes durante muchos años para su
sustento, protección y educación.
Este
hecho ha contribuido enormemente tanto a las extraordinarias
capacidades sociales de la humanidad como a sus problemas sociales
únicos. Las madres solitarias apenas podían conseguir suficiente
comida para su prole y para ellas al llevar consigo niños
necesitados. Criar a los niños requería la ayuda constante de otros
miembros de la familia y los vecinos. Para criar a un humano hace
falta una tribu. Así, la evolución favoreció a los que eran
capaces de crear lazos sociales fuertes. Además, y puesto que los
humanos nacen subdesarrollados, pueden ser educados y socializados en
una medida mucho mayor que cualquier otro animal. La mayoría de los
mamíferos surgen del seno materno como los cacharros de alfarería
vidriada salen del horno de cochura: cualquier intento de moldearlos
de nuevo los romperá. Los humanos salen del seno materno como el
vidrio fundido sale del horno. Pueden ser retorcidos, estirados y
modelados con un sorprendente grado de libertad. Esta es la razón
por la que en la actualidad podemos educar a nuestros hijos para que
se conviertan en cristianos o budistas, capitalistas o socialistas,
belicosos o pacifistas.
Suponemos
que un cerebro grande, el uso de utensilios, capacidades de
aprendizaje superiores y estructuras sociales complejas son ventajas
enormes. Resulta evidente que estas hicieron del ser humano el animal
más poderoso de la Tierra. Pero los humanos gozaron de todas estas
ventajas a lo largo de dos millones de años, durante los cuales
siguieron siendo criaturas débiles y marginales. Así, los humanos
que vivieron hace un millón de años, a pesar de su gran cerebro y
de sus utensilios líticos aguzados, vivían con un temor constante a
los depredadores, raramente cazaban caza mayor, y subsistían
principalmente mediante la recolección de plantas, la captura de
insectos, la caza al acecho de pequeños animales y comiendo la
carroña que dejaban otros carnívoros más poderosos.
Uno de
los usos más comunes de los primeros utensilios de piedra fue el de
romper huesos con el fin de llegar a la médula. Algunos
investigadores creen que este fue nuestro nicho original. De la misma
manera que los picos carpinteros se especializan en extraer insectos
de los troncos de los árboles, los primeros humanos se
especializaron en extraer el tuétano de los huesos. ¿Por qué la
médula? Bueno, supongamos que observamos a una manada de leones
abatir y devorar una jirafa. Esperamos pacientemente hasta que han
terminado. Pero todavía no es nuestro turno, porque primero las
hienas y después los chacales (y no nos atrevemos a interferir con
ellos) aprovechan lo que queda. Solo entonces nosotros y nuestra
banda nos atrevemos a acercarnos al cadáver, miramos cautelosamente
a derecha e izquierda, y después nos dedicamos al único tejido
comestible que queda.
Esto es
fundamental para comprender nuestra historia y nuestra psicología.
La posición del género Homo
en la cadena alimentaria estuvo, hasta fecha muy reciente, firmemente
en el medio. Durante millones de años, los humanos cazaban animales
más pequeños y recolectaban lo que podían, al tiempo que eran
cazados por los depredadores mayores. Fue solo hace 400.000 años
cuando las diversas especies de hombre empezaron a cazar presas
grandes de manera regular, y solo en los últimos 100.000 años (con
el auge de Homo sapiens)
saltó el hombre a la cima de la cadena alimentaria.
Este
salto espectacular desde la zona media a la cima tuvo consecuencias
enormes. Otros animales de la cumbre de la pirámide, como leones y
tiburones evolucionaron hasta alcanzar tal posición de manera muy
gradual, a lo largo de millones de años, Esto permitió que el
ecosistema desarrollara frenos y equilibrios que impedían que los
leones y los tiburones causaran excesivos destrozos. A medida que los
leones se hacían más mortíferos, las gacelas evolucionaron para
correr más deprisa, las hienas para cooperar mejor y los
rinocerontes para tener más mal genio. En cambio, la humanidad
alcanzó tan rápidamente la cima que el ecosistema no tuvo tiempo de
adecuarse. Además, tampoco los humanos consiguieron adaptarse. La
mayoría de los depredadores culminales del planeta son animales
majestuosos. Millones de años de dominio los han henchido de
confianza en sí mismos. Sapiens,
en cambio, es más como el dictador de una república bananera. Al
haber sido hasta hace muy poco uno de los desvalidos de la sabana,
estamos llenos de miedos y ansiedades acerca de nuestra posición, lo
que nos hace doblemente crueles y peligrosos. Muchas calamidades
históricas, desde guerras mortíferas hasta catástrofes ecológicas,
han sido consecuencia de este salto demasiado apresurado.
UNA RAZA DE
COCINEROS
Un paso
importante en el camino hasta la cumbre fue la domesticación del
fuego. Algunas especies humanas pudieron haber hecho uso ocasional
del fuego muy pronto, hace 800.000 años. Hace unos 300.000 años
Homo erectus,
los neandertales y Homo
sapiens, usaban el fuego de
manera cotidiana. Ahora los humanos tenían una fuente fiable de luz
y calor, y un arma mortífera contra los leones que rondaban a la
busca de presas. No mucho después, los humanos pudieron haber
empezado deliberadamente a incendiar sus inmediaciones. Un fuego
cuidadosamente controlado podía convertir espesuras intransitables e
improductivas en praderas prístinas con abundante caza. Además, una
vez que el fuego se extinguía, los emprendedores de la Edad de
Piedra podían caminar entre los restos humeantes y recolectar
animales, nueces y tubérculos quemados.
Pero lo
mejor que hizo el fuego fue cocinar. Alimentos que los humanos no
pueden digerir en su forma natural (como el trigo, el arroz y las
patatas) se convirtieron en elementos esenciales de nuestra dieta
gracias a la cocción. El fuego no solo cambió la química de los
alimentos, cambió asimismo su biología. La cocción mataba gérmenes
y parásitos que infestaban los alimentos. A los humanos también les
resultaba más fácil masticar y digerir antiguos platos favoritos
como frutas, nueces, insectos y carroña si estaban cocinados.
Mientras que los chimpancés invierten cinco horas diarias en
masticar alimentos crudos, una única hora basta para la gente que
come alimentos cocinados.
El
advenimiento de la cocción permitió que los humanos comieran más
tipos de alimentos, que dedicaran menos tiempo a comer, y que se las
ingeniaran con dientes más pequeños y un intestino más corto.
Algunos expertos creen que hay una relación directa entre el
advenimiento de la cocción, el acortamiento del tracto intestinal
humano y el crecimiento del cerebro humano. Puesto que tanto un
intestino largo como un cerebro grande son extraordinarios
consumidores de energía, es difícil tener ambas cosas. Al acortar
el intestino y reducir su consumo de energía, la cocción abrió
accidentalmente el camino para el enorme cerebro de neandertales y
sapiens.
El fuego
abrió también la primera brecha importante entre el hombre y los
demás animales. El poder de casi todos los animales depende de su
cuerpo: la fuerza de sus músculos, el tamaño de sus dientes, la
envergadura de sus alas. Aunque pueden domeñar vientos y corrientes,
son incapaces de controlar estas fuerzas naturales, y siempre están
limitados por su diseño físico. Las águilas, por ejemplo,
identifican las columnas de corrientes térmicas que se elevan del
suelo, extienden sus alas gigantescas y permiten que el aire caliente
las eleve hacia arriba, Pero las águilas no pueden controlar la
localización de las columnas, y su capacidad de carga máxima es
estrictamente proporcional a su envergadura alar.
Cuando
los humanos domesticaron el fuego, consiguieron el control de una
fuerza obediente y potencialmente ilimitada. A diferencia de las
águilas, los humanos podían elegir cuándo y dónde prender una
llama, y fueron capaces de explotar el fuego para gran número de
tareas. Y más importante todavía, el poder del fuego no estaba
limitado por la forma, la estructura o la fuerza del cuerpo humano.
Una única mujer con un pedernal o con una tea podía quemar todo un
bosque en cuestión de horas. La domesticación del fuego fue una
señal de lo que había de venir.
GUARDIANES
DE NUESTROS HERMANOS
A pesar de
los beneficios del fuego, hace 150.000 años los humanos eran todavía
criaturas marginales. Ahora podían asustar a los leones, caldearse
durante las noches frías e incendiar algún bosque. Pero
considerando todas las especies juntas, aun así no había más que
quizá un millón de humanos que vivían entre el archipiélago
Indonesio y la península Ibérica, un mero eco en el radar
ecológico.
Nuestra
propia especie, Homo sapiens,
ya estaba presente en el escenario mundial, pero hasta entonces se
ocupaba únicamente de sus asuntos en un rincón de África. No
sabemos con exactitud dónde ni cuándo animales que pueden
clasificarse como Homo sapiens
evolucionaron por primera vez a partir de algún tipo anterior de
humanos, pero la mayoría de los científicos está de acuerdo en
que, hace 150.000 años, África oriental estaba poblada por sapiens
que tenían un aspecto igual al nuestro. Si uno de ellos apareciera
en una morgue moderna, el patólogo local no advertiría nada
peculiar. Gracias a la bendición del fuego tenían dientes y
mandíbulas más pequeños que sus antepasados, a la vez que tenían
un cerebro enorme, igual en tamaño al nuestro.
Los
científicos también coinciden co que hace unos 70.000 años sapiens
procedentes de África oriental se extendieron por la península
Arábiga y, desde allí, invadieron rápidamente todo el continente
euroasiático.
Cuando
Homo sapiens
llegó a Arabia, la mayor parte de Eurasia ya estaba colonizada por
otros humanos. ¿Qué les ocurrió? Existen dos teorías
contradictorias. La «teoría del entrecruzamiento» cuenta una
historia de atracción, sexo y mezcla. A medida que los inmigrantes
africanos se extendían por todo el mundo, se reprodujeron con otras
poblaciones humanas, y las personas actuales son el resultado de ese
entrecruzamiento.
Por
ejemplo, cuando los sapiens
alcanzaron Oriente Próximo y Europa, encontraron a los neandertales.
Estos humanos eran más musculosos que los sapiens,
poseían un cerebro mayor y estaban mejor adaptados a los climas
fríos. Empleaban utensilios y fuego, eran buenos cazadores y
aparentemente cuidaban de sus enfermos y débiles. (Los arqueólogos
han descubierto huesos de neandertales que vivieron durante muchos
años con impedimentos físicos graves, que son prueba de que eran
cuidados por sus parientes.) A menudo se ilustra en las caricaturas a
los neandertales como la «gente de las cuevas», arquetípicamente
bestiales y estúpidos, pero pruebas recientes han cambiado su
imagen.
Según
la teoría del entrecruzamiento, cuando los sapiens
se extendieron por las tierras de los neandertales, los sapiens
se reprodujeron con los neandertales hasta que las dos poblaciones se
fusionaron. Si este fuera el caso, entonces los euroasiáticos de la
actualidad no son sapiens
puros. Son una mezcla de sapiens
y neandertales. De manera
parecida, cuando los sapiens
alcanzaron Asia oriental, se entrecruzaron con los erectus
locales, de manera que chinos y coreanos son una mezcla de sapiens
y erectus.
La
hipótesis opuesta, la llamada «teoría de la sustitución», cuenta
una historia muy distinta: una historia de incompatibilidad, aversión
y quizá incluso genocidio. Según esta teoría, los sapiens
y los otros humanos tenían anatomías diferentes, y muy
probablemente hábitos de apareamiento e incluso olores corporales
diferentes. Habrían tenido escaso interés sexual los unos hacia los
otros. E incluso si un Romeo neandertal y una Julieta sapiens
se enamoraron, no pudieron procrear hijos fértiles, porque la brecha
genética que separaba las dos poblaciones ya era insalvable. Las dos
poblaciones permanecieron completamente distintas, y cuando los
neandertales se extinguieron, o fueron exterminados, sus genes
murieron con ellos. De acuerdo con esta teoría, los sapiens
sustituyeron a todas las poblaciones humanas anteriores sin mezclarse
con ellas. Si este fuera el caso, los linajes de todos los humanos
contemporáneos pueden remontarse, exclusivamente, a África
oriental, hace 70.000 años. Todos somos «sapiens
puros». Muchas cosas dependen de este debate. Desde una perspectiva
evolutiva, 70.000 años es un intervalo relativamente corto. Si la
teoría de la sustitución es correcta, todos los humanos actuales
tienen aproximadamente el mismo equipaje genético, y las
distinciones raciales entre ellos son insignificantes. Pero si la
teoría del entrecruzamiento es cierta, bien pudiera haber
diferencias genéticas entre africanos, europeos y asiáticos que se
remonten a cientos de miles de años. Esto es dinamita política, que
podría proporcionar material para teorías raciales explosivas.
En las
últimas décadas, la teoría de la sustitución ha sido la que ha
tenido más aceptación en la disciplina. Tenía el respaldo
arqueológico más firme y era más políticamente correcta (los
científicos no tenían ningún deseo de abrir la caja de Pandora del
racismo al afirmar que entre las poblaciones humanas modernas había
una diversidad genética significativa). Pero esto se acabó en 2010,
cuando se publicaron los resultados de un estudio que duró cuatro
años para cartografiar el genoma de los neandertales. Los genetistas
habían podido reunir el suficiente ADN intacto de neandertales a
partir de fósiles para efectuar una comparación general entre este
y el ADN de humanos contemporáneos. Los resultados sorprendieron a
la comunidad científica.
Resultó
que entre el 1 y el 4 por ciento del ADN humano único de poblaciones
modernas de Oriente Próximo y Europa es ADN de neandertal. No es un
porcentaje muy grande, pero es importante. Una segunda sorpresa llegó
varios meses después cuando se mapeó el ADN extraído del dedo
fosilizado de Denisova. Los resultados demostraron que hasta el 6 por
ciento del ADN humano único de los melanesios y aborígenes
australianos modernos es ADN denisovano.
Si estos
resultados son válidos (y es importante tener en cuenta que se están
realizando más investigaciones, que pueden reforzar o modificar
estas conclusiones) los partidarios del entrecruzamiento acertaron al
menos en algunas cosas. Pero esto no significa que la teoría de la
sustitución sea totalmente errónea. Puesto que neandertales y
denisovanos contribuyeron solo con una pequeña cantidad de ADN a
nuestro genoma actual, es imposible hablar de una fusión entre los
sapiens
y otras especies humanas. Aunque las diferencias entre ellos no eran
suficientemente grandes para impedir por completo la cópula fértil,
lo eran lo bastante para hacer que tales contactos fueran muy raros.
Así pues, ¿cómo hemos de entender el parentesco biológico ente
los sapiens,
neandertales y denisovanos? Es obvio que no se trataba de especies
completamente diferentes, como los caballos y los asnos. Por otra
parte, no se trataba simplemente de poblaciones diferentes de la
misma especie, como bulldogs y spaniels. La realidad biológica no es
blanca y negra. Existen asimismo importantes áreas grises. Cada dos
especies que evolucionaron a partir de un antepasado común, como
caballos y asnos, fueron en algún momento dos poblaciones de la
misma especie, como los bulldogs y los spaniels. Tuvo que haber
existido un momento en el que las dos poblaciones ya eran muy
distintas entre sí, pero que todavía eran capaces, en raras
ocasiones, de tener sexo y procrear descendientes fértiles. Después,
otra mutación cercenó este último hilo que las conectaba, y
siguieron sus caminos evolutivos separados.
Parece
que hace unos 50.000 años, sapiens,
neandertales y denisovanos se hallaban en este punto limítrofe. Eran
casi especies completamente separadas, pero no del todo. Como veremos
en el capítulo siguiente, los sapiens
ya eran muy diferentes de los neandertales y denisovanos no solo en
su código genético y en sus rasgos físicos, sino también en sus
capacidades cognitivas y sociales; sin embargo parece que todavía
era posible, en raras ocasiones, que un sapiens
y un neandertal procrearan un hijo fértil. De manera que las
poblaciones no se mezclaron, pero unos pocos genes neandertales
afortunados sí que consiguieron un pasaje en el Expreso Sapiens.
Es inquietante (y quizá emocionante) pensar que nosotros, sapiens,
pudimos en una época haber tenido sexo con un animal de una especie
diferente, y pudimos haber engendrado hijos juntos.
Pero si
los neandertales, los denisovanos y otras especies humanas no se
fusionaron con los sapiens,
¿por qué desaparecieron? Una posibilidad es que Homo
sapiens los empujara hacia la
extinción. Imagine el lector una banda de sapiens
que llega a un valle de los Balcanes en el que han vivido
neandertales durante cientos de miles de años. Los recién llegados
empezaron a cazar los ciervos y a recolectar las nueces y bayas que
eran los alimentos básicos de los neandertales. Tal como veremos en
el capítulo siguiente, los sapiens
eran cazadores y recolectores más diestros gracias a una mejor
tecnología y a habilidades sociales superiores, de manera que se
multiplicaron y se expandieron. Los neandertales, menos ingeniosos,
encontraron cada vez más dificultades para procurarse alimento. Su
población se redujo y se extinguieron lentamente, excepto quizá por
uno o dos miembros que se unieron a sus vecinos sapiens.
Otra
posibilidad es que la competencia por los recursos derivara en
violencia y genocidio. La tolerancia no es una marca de fábrica de
los sapiens.
En tiempos modernos, pequeñas diferencias en el color de la piel, el
dialecto o la religión han sido suficientes para animar a un grupo
de sapiens
a que se dispusiera a exterminar a otro grupo. ¿Habrían sido los
antiguos sapiens
más tolerantes hacia una especie humana completamente diferente?
Bien pudiera ser que cuando los sapiens
se toparon con los neandertales el resultado fuera la primera y más
importante campaña de limpieza étnica de la historia.
Ocurriera
como ocurriese, los neandertales (y las demás especies humanas)
plantean uno de los grandes interrogantes de la historia. Imagine el
lector cómo podrían haber ido las cosas si los neandertales o los
denisovanos hubieran sobrevivido junto con Homo
sapiens. ¿Qué tipo de
culturas, sociedades y estructuras políticas habrían surgido en un
mundo en el que coexistían varias especies humanas diferentes? Por
ejemplo, ¿cómo se habrían desplegado las distintas creencias
religiosas? ¿Habría declarado el libro del Génesis que los
neandertales descendían de Adán y Eva, habría muerto Jesús por
los pecados de los denisovanos y habría reservado el Corán moradas
celestiales para todos los humanos virtuosos, fuere cual fuese su
especie? ¿Habrían podido servir los neandertales en las legiones
romanas, o en la extensa burocracia de la China imperial? ¿Acaso la
Declaración de Independencia de Estados Unidos habría sostenido
como una verdad evidente que todos los miembros del género Homo
son creados iguales? ¿Habría animado Karl Marx a los trabajadores
de todas las especies a que se unieran?
Durante
los últimos 10.000 años, Homo
sapiens se ha acostumbrado
tanto a ser la única especie humana que es difícil para nosotros
concebir ninguna otra posibilidad. Nuestra carencia de hermanos y
hermanas hace que nos resulte más fácil imaginar que somos el
epítome de la creación, y que una enorme brecha nos separa del
resto del reino animal. Cuando Charles Darwin indicó que Homo
sapiens era solo otra especie
animal, sus coetáneos se sintieron ofendidos. Incluso en la
actualidad muchas personas rehúsan creerlo. Si los neandertales
hubieran sobrevivido, ¿nos imaginaríamos todavía que somos una
criatura diferente? Quizá esta sea exactamente la razón por la que
nuestros antepasados eliminaron a los neandertales. Eran demasiado
familiares para ignorarlos, pero demasiado diferentes para
tolerarlos.
Tengan
de ello la culpa los sapiens
o no, tan pronto como llegaban a una nueva localidad, la población
nativa se extinguía. Los últimos restos de Homo
soloensis datan de hace unos
50.000 años. Homo denisova
desapareció poco después. Los neandertales hicieron lo propio hace
unos 30.000 años. Los últimos humanos enanos desaparecieron de la
isla de Flores hace aproximadamente 12.000 años. Dejaron algunos
huesos, utensilios líticos, unos pocos genes en nuestro ADN y un
montón de preguntas sin respuesta. También nos dejaron a nosotros,
Homo sapiens,
la última especie humana.
¿Cuál
fué el secreto del éxito de los
sapiens? ¿Cómo conseguimos
establecernos tan rápidamente en tantos hábitats tan distantes y
ecológicamente tan diferentes? ¿Qué hicimos para empujar a las
demás especies humanas a caer en el olvido? ¿Por qué ni siquiera
los neandertales, con un cerebro grande, fuertes y a prueba de frío,
sobrevivieron a nuestra embestida? El debate continúa abierto. La
respuesta más probable es lo mismo que hace posible el debate: Homo
sapiens conquistó el mundo
gracias, por encima de todo, a su lenguaje único.
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